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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Muerte sobre vida-(verso libre)

Deja el viento de mecer
las hojas que caen sobre
el pavimento desgastado por las pisadas.

Entre las ramas se agitan
imperiosas exclamaciones de salud
que se desgastan con cada vez que deposita

sobre el suelo sus perdones.
No conocen las disculpas que han
renacido, caprichosas entre el ser viviente.

Aún cuando no ansían la muerte
añoran no pasar la vida
como antes de su nacimiento.

Antaño eran alegres
hoy solo desprenden melancolía.

Sobre la acera diamantina
los cadáveres recientes se amontonan
dibujando los contornos anaranjados de la lluvia

que no cesa incluso con los aullidos lastimeros
del tiempo, quien no tiene más remedio
en arrancar los dientes del árbol.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Muchísimas gracias.

Tengo que agradecer a María Isabel Romero Pérez , autora de http://www.mividaenunalibreta.blogspot.com.es/por haberme otorgado un Premio Liebster. Realmente estoy feliz, me enteré de ésta alegre noticia ayer por la tarde y mi reacción fue sorprendente, anonadada me hallé y aún me hallo, pero eso no quita la euforia que siento correr por mis venas y que circula hasta mis dedos, quienes me dan fuerzas para escribir ésta entrada de agradecimiento. No puedo evitar sentirme emocionada y a la vez confusa, ya que nunca había tenido ésta oportunidad. Intentaré premiar a los mejores once blogs poco visitados que encuentre, ya que es una tarea que se me encomienda con éste premio, que, repito, me ha otorgado http://www.mividaenunalibreta.blogspot.com.es/
A continuación, responderé a las preguntas que me ha formulado María Isabel Romero Pérez

-¿Qué te inspira al escribir?
La iniciación a la escritura empezó cuando apenas tenía tres años, ya que siempre ha sido mi forma de liberarme de las cargas que te impone la realidad y mi forma de expresar mis pensamientos. Realmente que algo me inspire no es del todo cierto, para redactar algo me valgo de observar a mi alrededor y recordar objetos o vivencias que haya visto u oído y a partir de ahí lo que hago es inventar una historia partiendo de ese punto. Supongo que en ese caso lo que me inspira son mis recuerdos.

2. Tres escritores favoritos.
Diría que mis tres escritores favoritos son Ana María Matute, Gustavo Adolfo Bécquer y Agatha Christie.
La verdad es que ha sido complicado seleccionar sólo a tres escritores.

3. Tres libros imprescindibles para cualquier lector.
Romeo y Julieta (William Shakespeare), Frankenstein (Mary Shelley) y La Odisea (Homero).

4. Un momento idílico o tu cita ideal.
Debe ser precioso tener una romántica historia de amor, el que una piedra pequeña golpeé tu ventana y te haga levantar de la mullida cama que cobija tu cuerpo, acercarte al lugar de donde proviene el ruido y verle a él, con una sonrisa y los brazos extendidos en busca de que saltes y te abrace, una vez te estreche entre tus brazos tenga la valentía de susurrarte al oído "¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño". Después agarrarse dulcemente las manos y huir por el camino alumbrado débilmente por las farolas, que guían nuestros pasos impacientes. Huir como si fuera un sueño y regresar antes de que la luz de la mañana alumbre la ventana abierta.

5. Un lugar perfecto para viajar.
París o Japón. París con ese aire romántico y bohemio; o Japón en primavera bajo las flores rosadas de Sakura.

6. Una frase para jamás olvidar.
"Nunca dejaré que caigas en el olvido."

7. La película más emotiva según tu criterio.
La vida es bella (La vita è bella) de Roberto Benigni

8. Define: arte.
Para mí, el arte es una forma de gritar indirectamente lo que se tiene en mente, quejas, virtudes, defectos... ES una forma de vida. Hay distintos tipos de arte, tantos, que solamente conocemos unos pocos y los otros desconocidos deben ser descubiertos. El arte tiene que ser admirado y comprendido, tiene que transmitir emociones. En resumen, para mí el concepto del "Arte" es una forma más de gritar.

9. Si pudieses elegir un elemento, ¿cuál sería?, ¿por qué?
(No sé si se referirá usted al "elemento" que voy a decir a continuación, pero simplemente voy a responder con lo que yo denominaría un "elemento")
Elegiría ser "agua", debido a que es a partir de lo que la vida se originó y la que hace que ésta se mantenga. Es el inicio de todo y también será la causante cuando todo se acabe, por lo tanto, yo diría que es dueña de si misma y de sus acciones, aunque no sea un elemento viviente sí es lo que hace que la vida pueda existir. Además, me encanta el agua; la fluidez que se siente bajo su manto, la frescura que aporta... Por no decir que algo simbólico y que ha sido necesario a lo largo de toda la historia, e incluso antes.


10. ¿Amor o desamor? ¿Cuál crees que es mayor inspiración?
Yo creo que el desamor, porque libera toda la rabia que portas y te hace querer expresar tu sufrimiento. La inspiración está siempre presente ya que a cada segundo que pasa tienes más que decir para vaciar el rencor que aún te llena, que te consume.

11. ¿Cuál de mis poemas tiene un significado especial para ti?
"Gritos ahogados". Me ayuda a abrir cada vez más los ojos mientras crezco para no vivir engañada y poder sanar las trolas que dejaron marca en otras personas que jamás quisieron abrir sus luceros.



Muy bien, y esto ha sido todo. Vuelvo a agradecer que me hayan entregado éste premio y yo haré lo propio. Muchísimas gracias.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Encerrada en blanco.

-¡CÁLLATE!

Una exclamación colosal rebota en las paredes blancas y aterriza en mis tímpanos. La mujer que acaba de gritar se agarra las rodillas y se tumba en el suelo, en posición fetal. Sus ojos están abiertos de par en par, asustados e indignados. Su boca se curva en una línea descendente. Su pelo está sucio y enmarca su cara, de rasgos psicóticos y afilados, en sus ojos se distingue la demencia que derrocha a su paso tambaleante. Está escuálida, según había oído su nombre era Thais y tenía unos treinta y muchos años. Había llegado a aquel cubículo haría unos dos meses y desde entonces solamente había abierto la boca para emitir notables protestas, en su mayor parte violentas con consecuencias poco satisfactorias. Sus piernas siempre se retuercen aleatoriamente. No tiene cejas, tampoco moral ni cordura. Sólo tiene su inmensa demencia que la acompaña siempre en aquella sala acolchada en el que la obligan a permanecer, encerrada, cuan ave con las alas cortadas y el pico herido. A veces levanta la cabeza, y te observa cautelosa. Antaño debió ser una mujer inteligente, pero fue entonces cuando dejó de ser normal. Me contaron la historia, que relata así:
"Ella siempre fue una mujer trabajadora y cariñosa, con un marido y unos hijos a los que quería con toda su alma. Tenía un empleo estable, como secretaria, en unas grandes oficinas que poseían desde la oscuridad a toda la ciudad con sus empresas, y éstas caían en la ignorancia. Antes de todo el problema que se originó era una mujer realmente hermosa y arreglada, su mirada siempre cautivaba a cualquier persona que decidiese mirarla directamente a los espejos del alma, literalmente, los ojos. Su vida transcurría con normalidad hasta que un día su actual superior en el trabajo la llamó a su despacho y le propuso hacer algo indecente a cambio de dinero; ella se horrorizó y manifestó inmediatamente su negativa. El hombre la agarró por los hombros y la mantuvo en el sitio mientras apresuradamente, cerraba la puerta con el cerrojo y la presionó contra una esquina del habitáculo- lo que voy a relatar a continuación me lo facilitó su anterior psicóloga, en el que relata con detalles lo que ocurrió y cómo se sintió y reaccionó, por lo tanto, en cierto modo es como si lo estuviera contando la agredida-. Empezó a tirar de la blusa de forma descontrolada, como un animal. Thais estaba muda de asombro y por dentro una marcha fúnebre se abría paso entre sus pensamientos, que revoloteaban de un lugar a otro sin orden ni razón, solamente como expresiones y temores que tomaban forma en su cabeza. Su falda plisada se deslizaba hacia el suelo, y fue entonces cuando tomó la iniciativa y empezó a patalear y a empujar a ese varón que intentaba abusar de ella. Su fuerza era débil, así que no consiguió vencerle y, cayó al suelo con él encima. Sentía la presión en las caderas y tirantez en los muslos, que hacían un esfuerzo sobrehumano por evitar su separación. Su cabeza rebotaba contra el suelo y los codos escocían, la cabeza le dolía y se demostraba con aquella presión en las sienes que se hacían presentes. Su blusa empezaba a romperse bajo las manos de aquel cerdo, y su pelo se desató y cayó en cascada sobre sus hombros, ahora desnudos. Sentía una impotencia que le carcomía las entrañas. Poco a poco, sintió cómo era violada. Y sólo cerró los ojos y empezó a llorar y a maldecir a ese ser inmoral. El agua caliente deslizaba por sus mejillas en forma de diminutas perlas de charol; olía el sudor que desprendía la bestia y los jadeos que podían escucharse justo encima de su cuerpo. Y sintió arcadas.
Cuando abrió los ojos estaba sola con una manta sobre su existencia física en la calle, bajo una farola que emanaba luz bajo las estrellas titilantes que se veían sutilmente bajo ese manto de contaminación que cubría el cielo. Sus piernas estaban doloridas y le costaba mucho andar, pero consiguió levantarse y llegar a su casa, que se encontraba lejos de su situación actual. En cuanto llegó, su marido le estaba esperando y solamente la empezó a insultar, diciéndole que ya sabía lo que había hecho, que se llevaba a los niños y que jamás volvería, "por perra". En ese momento, la mujer enloqueció y le asestó un golpe en la cabeza con un jarrón que se hallaba al alcance de su mano. Acto seguido, la mujer enloqueció y huyó, dejando a su esposo inconsciente desangrándose en el suelo."
Poco después ingresó en éste centro tras estar en un juicio por agresión y intento de asesinato, pero la declararon "persona con problemas psíquicos graves" y la mandaron aquí, donde pasa el tiempo consumando sus penas en gritos demenciales y en pagar con nosotras, las enfermeras, su desgraciada vida.

-Señorita Thais, es hora de salir al patio a pasear un ratito- Habla la chiquilla en prácticas que acaba de entrar a la habitación nívea.

Thais murmura unas quejas y deshace su posición fetal. Antes de salir, me mira directamente y puedo percibir aquella mirada hermosa y dulce que un día hizo su nido en aquella mujer, pero hoy solamente se puede distinguir la locura que se refleja en el brillo de sus ojos.

Cuando la luna derrama



Cuando la señora pálida llora
se derrumban los valores morales
y la anarquía reina en locura abrumadora.

Sobre las pequeñas lágrimas infernales
que recorren las heridas acusadoras
de su cara, todos son males.

Los engranajes de su mente atoran
los principios leales
y su mirada se pierde en nostalgia encontrada.

Aún si su sonrisa alumbran reales
sueños, sus ojos sólo traen una puñalada
directa al pecho, donde descansa su núcleo.

Los surcos que rodean su valorada
experiencia solamente resaltan su pataleta interrumpida
y acto seguido ríen,
sin embargo sólo éstos tiempos la luna es desconfiada.

Alrededor de sus ojos sus lágrimas afloran
incesantemente y su color azul claro
resalta aún más sus hoyos en la superficie de sus mejillas.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La llave.


Sobre la repisa de la chimenea
se encuentra mi tesoro,
calmado, mientras la leña humea.

Es una carta que equivale a más que el oro
debido a que dentro esta la llave
que hace que joven se mantenga mi añoro.


La envuelve un lazo suave
que enredado está alrededor de su indecoro,
notable franqueza envuelve su misterio grave.


Entre los pliegues del papel incoloro
las letras impresas tienen un cónclave
en el que discuten su decoro


ante la multitud burgrave
que se reúne cada sábado en casa del noro
viviente, con una sola clave:


Fantasía plasmada en las llamas del fuego.

Informativo

¡Hola gente! Como ya sabréis, aquí en España volvemos a la escuela, instituto, universidad... en estas fechas. Es un hecho que no voy a poder publicar tanto como en vacaciones pero sí que voy a intentar publicar al menos tres textos a la semana (buuuuuuuh) pero, si la gente que sigue éste blog crece, prometo ir aumentando la cantidad de entradas en este blog de forma sorprendente. Ahora los que me tenéis que alegrar el día sois vosotros, queridos lectores; ya sé que soy una pesada, podéis quemarme luego si así lo deseáis de modo que lo diré: si os gusta este blog y soportáis aunque sea un poquito a la autora, haceos seguidores y recomendlo, ¡podemos crecer aún más!
Gracias a todos y nos vemos.

martes, 10 de septiembre de 2013

Gritando bajo las notables gotas.

Sentía el agua fría recorriendo los senderos de mi rostro, descansando bajo las cuencas de los ojos. Mi camiseta se adhería a mi cuerpo empapado por la lluvia y el rencor, mientras debajo de la fina tela se distinguía la textura del sujetador que sostenía mis pechos. El pelo pesaba y caía sobre mi ropa, mojándola aún más. Estaba en calcetines y éstos estaban calados y sucios, debido al barro con el que había tropezado mientras corría. Miraba hacia arriba, manteniendo la vista fija en un punto, en el que no había nada más que los negros nubarrones que oscurecían el cielo. Pese a que me encantaba la lluvia, aquella vez la sentía fría e indiferente. Simplemente solamente podía notar cómo las gotas caían de forma ininterrumpida sobre mi cara, que se contraía en muestras de dolor. Llegó un momento en el que noté la calidez de las lágrimas que emanaban de mis ojos y, al contrario, el agua fría que seguía cayendo en mi cuerpo. En ese mismo instante, abrí la boca y grité. Grité lo que había callado, exclamé todo lo que sentía y también lo que sabía que acabaría experimentando. Grité la angustia, el rencor y la tristeza; grité la rabia que corría por mis venas sin descansar y que me corroía por dentro. Grité acerca de las agujas que se depositaban, mordazmente, en mi corazón y lloré de impotencia. Acerca de la dura vida, sobre la cruel muerte. Solamente me desahogué. Pero no paró de llover, por lo que seguía sintiendo el frío en mi cara. Aún así, no sé por qué, pero la lluvia dejó de ser tan gélida. Acerqué mis pequeñas manos a mi rostro y me sequé las lágrimas que poco a poco iban frenando. Y, entre todo ese caos, esbocé una sonrisa que también acabó empapada, pese a eso, seguiría siendo cálida, no dejaría que nadie la tiñese de inhumanidad nunca más. Volví a levantar la vista al encapotado cielo y sentí cómo dentro de mí nacía un enorme arcoíris que derrotaba los recodos más oscuros de mi mente.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Comillos: 2ª parte.

"Un vampiro es, según el folclore de varios países, una criatura que se alimenta de la esencia vital de otros seres vivos (usualmente bajo la forma de sangre) para así mantenerse activo. En algunas culturas orientales y americanas aborígenes, el vampiro es una deidad demoníaca o un dios menor que forma parte del panteón siniestro en sus mitologías. En la cultura europea y occidental, así como en la cultura global contemporánea, el prototipo de vampiro más popular es el de origen eslavo, el de un ser humano convertido después de morir en un cadáver activo o reviniente depredador chupasangre." "Un vampiro es un muerto viviente dotado de una enorme fuerza y poder, que mantiene su inmortalidad bebiendo la sangre de seres vivos." '¿Así que eso era? ¿Un muerto viviente?' No podía creer que todo se redujese a la excusa de la muerte. Sabía que tenía que haber algo más, algo oscuro. Sin embargo, dejé mis pensamientos para otro momento en el que tuviera más calma y busqué la forma de transformarse en un vampiro. "La forma de generar un nuevo vampiro no es muy complicada si se tiene el suficiente autocontrol. Solamente un vampiro puede crear a otro mediante “el beso del vampiro”; cuando una víctima se encuentra ante un vástago es muy fácil que quede hipnotizada y seducida por éste, entonces el vampiro busca la arteria carótida de su víctima (los vampiros prefieren la sangre limpia), a la que accede fácilmente desde el lateral del cuello, y clava sus colmillos con una gran precisión. De este modo puede beber de la víctima todas las veces que necesite sin que se desangre excesivamente. Este proceso puede durar varios días o algunos minutos, dependiendo del beso, pero suele concluir de la misma forma; la víctima muere de debilidad. Una vez que ya no queda sangre del mortal, justo en su último hálito de vida, el vampiro creador llena con su propia sangre el cuerpo de la víctima. Una sola gota de sangre vampírica sobre la boca del fallecido es suficiente para que despierte la Sed y comience a beber. Pasados unos días o, puede que incluso unas pocas horas, el muerto despierta en su tumba como un nuevo vástago." Me estremecí. Las venas pugnaban por atravesarme la piel ya que mi corazón latía violentamente y en ese instante pensé "Entonces antes de transformarme en este ser alguien me sedujo y me impulso a hacer algo que no quería. Y ya he estado muerta". Todo empezó a ponerse borroso y mis manos se agarraron al escritorio, presas de la confusión. Mis piernas se movían por si solas y mi boca se abría y se cerraba lentamente, sobre mis hombros sentía una carga que difícilmente me podría quitar de encima y mi cuerpo sufría espasmos violentos. Dentro de mi mente las preguntas salían sin orden ni conciencia y las respuestas no se encontraban disponibles. Sin embargo, conseguí no desmayarme y me sostuve sobre la silla, que ahora estaba arañada. Puse mi cabeza sobre la fría mesa de madera y respiré despacio, pausadamente. En cuanto el ataque de ansiedad se pasó levanté la vista y busqué más información acerca de, mi recién estrenada, sociedad en la oscuridad. "La sociedad vampírica, lejos de lo que pueda parecer, está perfectamente estructurada y se rige según las normas impuestas por los vampiros más antiguos. Se organizan en clanes, al frente de los cuales suele haber un príncipe. Este príncipe se encarga de mantener el orden en su zona geográfica. Por encima de los príncipes está el Consejo, una agrupación de los vampiros de las primeras generaciones que se encarga de mantener cierta paz entre clanes." 'Así que pertenezco a un clan... Y sin embargo aún no sé a cuál.' Me fijé en que debajo del artículo había más información acerca de la organización social vampírica.
"Neonato: Vampiro recién creado y presentado al príncipe del clan al que pertenece. Existen algunos vampiros recientes que no pertenecen a ningún clan en concreto. Éstos se denominan Caitiff.
Ancilla: Son vástagos jóvenes pero prometedores por su disciplina y control de su poder. Son preparados para ocupar el puesto de Antiguos con los años.
Antiguos: Son los vástagos que están al poder de la sociedad vampírica. Tienen entre 200 y 1200 años. Se encargan de que se cumplan las normas.
Matusalén: Esta posición la ocupan vampiros cuya edad alcanza los 1200 años. Se produce un cambio realmente palpable. Pasan a parecer menos humanos, más ancianos y físicamente están más delgados. La Bestia en ellos ha tomado el control y no tienen prácticamente humanidad. Son enormemente fuertes y fieros."
'Vaya, entonces es posible que no pertenezca a ningún clan siniestro. Y soy un neonato o un caitiff.' Por un lado la idea me alegraba pero por otro lado me hacía temer. Estaba sola. Cuando abrí los ojos ya era de noche y corría una ligera brisa. Mis ojos brillaban en la oscuridad, y en ese instante recordé que no había abierto las ventanas. Lo que significa que alguien había entrado a casa y lo había hecho por mí. Me espabilé de golpe, aunque no había dormido, solamente había estado en una especie de sopor profundo (ya había descubierto que jamás podría volver a hacer cosas que antes hacía y lo había asumido bien, bueno, casi bien). Recorrí la casa en busca de indicios y justo al lado de mi cama, encontré una carta que rezaba: "Sabemos que estás ahí. Ríndete y entrégate a la muerte". No estaba firmada. Oí un ruido justo detrás mío y me di la vuelta rápidamente. Mis ojos jamás podrán creer lo que vi a continuación.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Nieve

Mientras la nieve caía detrás del cristal de forma desorganizada, mis manos estaban sobre el radiador que irradiaba un aura de calidez. Las sentía calientes, y me gustaba ponérmelas después en la cara, ya que ésta se perdía parte de la frialdad propia de los días invernales y yo me sentía a gusto. Sobre mi cama había unos cuantos libros que había estado leyendo y en el suelo había aún más, formando torres y desperdigados por el suelo. Mi cuarto parecía una gigantesca biblioteca y yo estaba feliz rodeada de palabras. Cada libro transmitía un sentimiento y una enseñanza, cosas que para mí eran tesoros. Me permitían esconderme de la crueldad del mundo real. Las historias fantásticas me transportaban y las románticas me hacían sentir; las policíacas me hacían sospechar y agudizar el ingenio y las de terror me divertían. Los libros me rodeaban, los había de todos tipos, como personas diferentes existían aunque sin llegar a tal cantidad, claro: gruesos, delgados, ásperos, suaves, viejos, nuevos... Me sentía como en casa. Las hojas me hacían sumergirme en letras que tomaban vida y las letras me hacían querer llenar hojas con ellas para crear frases y palabras. En mis ojos se reflejaba la felicidad que sentía al pasar cada página. Sorteando los libros que formaban columnas hacía el techo, iba dando brincos, cambiando de pie cada cierto período de tiempo y con cada cambio de pie me sentía más animada. Llegué a la enorme estantería que se erguía, imperiosa, y me puse de puntillas para alcanzar el único libro que quedaba entre sus baldas. Lo agarré con las puntas de los dedos y volví hacia mi sitio, feliz de haber logrado mi propósito. Me senté en la silla que estaba posicionada frente a la ventana, por donde la nieve, blanca y pura, seguía describiendo tirabuzones en el aire y tiñendo el suelo de un claro color blanco. Me puse a leer, pero al instante me asaltó una duda: "¿Cuál será la sensación de tocar la nieve con los pies?". No salía nunca, aprendía por un profesor que venía a mi hogar cuatro veces por semana y, no sin antes barajar las posibilidades, tomé una decisión. Me levanté y dejé el libro encima de mi cama, junto a otro que estaba al lado de otro libro más y así sucesivamente. Me puse un jersey, unos vaqueros gordos y unos calcetines de invierno. Me calé unas botas y limpié mis gafas para no cometer el error de caerme torpemente por las escaleras. Bajé los escalones rápidamente, con un poco de temor y me coloqué frente a la enorme puerta blanca que estaba cerrada, mirándome de manera intimidante. Arrastrada por un impulso de valor agarré el pomo, cerré los ojos y tiré hacia atrás, acción que abrió la puerta de inmediato, cosa que supe por el evidente sonido que producía al abrirse, un crujido brusco, diría exactamente. Salí corriendo mientras sentía cómo la fría nieve caía en mi cabeza y se convertía en agua, que acto seguido se deslizaba entre mi cabello para acabar haciendo que éste gotease. El leve crujido de la nieve bajo mis pies me pilló desprevenida y abrí los ojos. Lo único que vi fue un enorme paisaje blanco que decoraba las hojas de los arbustos y mojaba la tierra. Esbocé una sonrisa aún más real que las anteriores y grité: "¡Esto es mejor que incluso como lo describen en los libros!". Empecé a dar vueltas mientras el sonido sordo de la nieve demostraba que existía, justo debajo de mis botas.

Como todas las mañanas

Como todas las mañanas me siento en el banco de la estación en busca de mi tren mientras degusto mi comida rápidamente. Como todas las mañanas, mi pelo está sujeto en una coleta hecha rápidamente y con algún mechón rebelde que se rebela contra la tiranía de la goma del pelo y se mueve libremente con cada inclinación de cabeza. Como todas las mañanas, me empeño en esconder el cansancio que juega al pilla pilla debajo de mis ojos, dibujando una línea violácea. Como todas las mañanas, mis manos, menudas y de dedos aún más pequeños, están rosadas por el frío. Como todos las mañanas, veo pasar a las personas con maletines y con la misma expresión de sueño que tengo yo. Y, como todas las mañanas, pienso que no somos más que clones, aunque confío en la posibilidad alguno de nosotros podamos rebelarnos como ha hecho mi pelo, que justo en este momento, ondea como una bandera sobre mi pelo oscuro. Sin embargo, no como todas las mañanas, sonrío y pienso para mis adentros que quizás ese "clon" que se quejará de la situación y pondrá una pizca de cordura entre tanto loco que disimula su locura, podría ser yo misma. Pero ese pensamiento ingenuo se diluye con las alarmas que indican que el tren está a punto de arrancar me arranca de mi ensueño heroico, y pienso "quizás otro día". Y, a partir del día siguiente, nada volvió a ser igual que en el pasado, ya que había despertado a la heroína que habita en mí.

Colmillos: 1ª parte

Mientras abría los ojos me sentía desorientada y perdida, a lo que respondió mi orgullo con una prepotencia notable. Me tapé con las manos haciendo sombra para la molesta luz del sol que se dirigía directamente a mis ojos. Me relamí los labios en busca de humedecerlos, cuando me topé con unos caninos más desarrollados que sobresalían a ambos lados de mi boca. Pase la lengua por ellos en busca de identificación pero lo único que encontré fue un corte en la lengua y, mientras fluía la sangre descubrí horrorizada que ese sabor metálico me complacía. Creo que ya estaba más que claro qué era y por extraño que parezca no me costó asumirlo. Lo que sí me atormentaba era saber cuándo, dónde y quién me había hecho esto, tenía solamente la respuesta a la primera pregunta, recordaba que la tarde anterior aún era mortal y ahí el impacto sí se fortificó. Dejando esos pensamientos que solamente planeaban sembrar el caos en mi conciencia noté que una fuerte sequedad corría por mi garganta y que me raspaba cada vez que tragaba la saliva que se iba acumulando por momentos. Me dirigí a la cocina y me serví un vaso de agua mientras admiraba cómo no producía ningún efecto y me asusté, "Todavía no, por favor". Sin embargo, vi que no me quedaba elección y me puse mi chaqueta (aunque ya no podía sentir frío, un acto reflejo, supongo), abrí inquieta la puerta y al instante mis pupilas se agrandaron y sentí un mareo que me abrasaba mientras todo daba vueltas. Raudamente, con un giro de muñeca me introduje detrás de la puerta mientras hiperventilaba. "¿¿¡Qué coño es esto!??" Fue lo único que pude pensar en aquel momento. Si al menos estuviera aquí quien me convirtió... Pero no estaba, así que hice lo más sensato para un vampiro: cerrar todas las ventanas para evitar que entrase la luz hiriente. El corazón aún me latía desquiciado y mis piernas temblaban como gelatina. Me senté en el ordenador para buscar información acerca de los vampiros; "Aunque no sea del todo acertado al menos me dará una idea de lo que soy y lo que puedo o debo hacer". Empecé a teclear conpulsivamente los botones mientras mi mirada recorría la pantalla cambiante del ordenador. Me pregunté cuándo podría volver a ver a mi familia, pero deseché aquella ocurrencia de mi vampiríca cabecita ya que aún no controlaba ni de lejos mi sed de sangre. Acordé unas cosas: ésta noche sería mi primera salida como vampiro y, pensaba encontrar sin importar cuánto tardase al responsable de mi caso. Pero con lo que no contaba era con que quizá fuese esa criatura quien me encontrase a mí.

Duelo entre ángeles por unas alas puras

Me giré y estaba rodeado. Me miraba fijamente, mientras sus alas blancas se movían al compás de mis latidos. Ese estúpido ángel. Profirió una amenaza en un susurro mordaz y se lanzó hacia mí mientras sus iris se tornaban de un color carmín, venenoso. Yo lo esquivé ágilmente, sin embargo cometí el error de llamarle "paloma" y ese insulto desencadenó su ira. Sus aleteos ahora hacían levitar los papeles que nos rodeaban y los objetos venían y volvían sin ningún sentido, formando una cadena sobre mi cabeza. En cuanto vi que el peligro me acechaba retrocedí para luego impulsarme gracias a la pared y aterricé detrás de ese condenado. Desde que había perdido mis alas en aquel descenso forzado solamente quedaba mi destreza a la hora de combatir. Sus ojos alternaban entre distintos colores, pero cambiaban tan rápido de color que formaban incluso nuevas combinaciones. Él seguía precipitándose hacia mí con cada pestañeo pero cada vez que el cerraba los ojos yo ya estaba en otro lado. Aquel ser divino y benefactor tenía un lado más oscuro que el de algunos demonios. Esbocé una sonrisa prepotente mientras le retaba con una mirada fiera y un corazón frío, aunque mi respiración estuviese agitada. Él gritó y reprodujo un gruñido colosal que se escuchó en todo el terreno.
Yo inconscientemente me estremecí ya que aquel ser era algo mortal. Mientras él se elevó hacia el cielo yo aproveché y salté sobre su espalda mientras intentaba inútilmente despojarse de mí, sus alas me producían cortes en la cara, al fin y al cabo yo sólo era un nephilim (mitad ángel-mitad humano) y sentía más dolor que aquella bestia. Sus fosas nasales se dilataron y bufó, pero conseguí derribarle e inmovilizarle. Acto seguido, le hice un corte profundo en el cuello que acabó con aquella criatura, aquel ángel caído (un turel) y seguidamente, le corté las alas. Proferí un sonidito de victoria y me dirigí, con sus alas, a mi hogar, como hacía desde quince años, aunque aún me consevase como un joven de dieciocho y sabía que eso no cambiaría, ya que hasta que muriese sería eternamente joven.

Auxilio: 3ª parte

Al instante deseché esa grotesca idea de mi cabeza ya que era imposible que aquel chico con el aura tímida que emanaba de su rostro calmado pudiese ser peligroso. Su mirada tranquila e inocente me tranquilizó y me sentí como en casa, con la única diferencia de que en mi hogar siempre estaba sola. Él, tembloroso, volvió a preguntar si mi estado estaba mejor y yo asentí, aliviada. De momento me sentía incapaz de decir algo, ya que mi garganta estaba seca y mis piernas doloridas. El chaval carraspeó y acto seguido dijo que se llamaba Hoshi y que tenía dieciocho años recién cumplidos. Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos miraron hacia el suelo, señal que me confirmó lo difícil que tuvo que ser para él recogerme y ayudarme. Por un instante me pregunté si quizás poseía "venustrafobia", es decir, fobia a las mujeres y no pude hacer otra cosa que simpatizar con Hoshi, ya que yo también temía a los hombres. Sin embargo, aquel chico me inspiraba tranquilidad y me sentía a gusto en su compañía. Mientras estaba sumergida profundamente en mis pensamientos detectivescos volvió a levantar la vista del suelo para situarse en mi escote, ya que mientras estaba inclinada hacia delante se podían vislumbrar mis pechos. Rápidamente mi cara se tiñó de un rosado inusual en mi piel ligeramente bronceada y me sentí feliz. Me di cuenta de que llevaba puestos unos pantalones grises que me estaban grandes y le agradecí el detalle con una sonrisa, con la cual Hoshi se sonrojó y yo también. Era, realmente, un chico muy gentil. Sin embargo, su rostro tenía un matiz de frialdad del que aún desconfiaba, y quise adivinar cuanto antes si era solamente fruto de haber sufrido o afán de hacer sufrir a los demás.

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viernes, 6 de septiembre de 2013

Auxilio: 2ª parte

Cuando abrí los ojos ya era por la mañana. Estaba en un pequeño cuarto, en el que se colaba la espesa luz de una pequeña ventana, que daba a un patio interior plagado de flores y macetas color terracota. Sin embargo, el ambiente era ligero y limpio, no estaba sobrecargado. En resumen, era agradable. Aunque fuera minúsculo, la habitación estaba decorada con un buen gusto sorprendente y con los muebles colocados de forma estratégica. Definitivamente, era un cuarto de un adolescente. Había libros y algunos pósters de música en las paredes, que llenaban el cuarto de pasión juvenil. Estaba tapada por una sábana de verano color hueso, muy suave y reconfortante. De repente oí una voz masculina a mis espaldas y di un pequeño brinco sobre la superficie de la cama, causado por la sorpresa. Me giré y descubrí que era el chaval que me había ayudado la noche anterior. Recordé y me di cuenta de que ya no resonaban esas siniestras voces en mi cabeza, y me pregunté si se habían callado porque ya estaba en brazos del peligro de que en un principio, debía huir.

Monólogo de un amnésico.

Todo es tan difícil cuando no tienes recuerdos. Día tras día, te visita gente que no conoces, o simplemente no recuerdas. Te sonríen y te hablan despacito, como a un niño. Y soy incapaz de responder. Noto sus ojos, rojos de llorar, de soportar; pero no puedo consolarles. Es doloroso. Es una porquería. Me tumbo en la cama pálida del hospital y miro mis manos. Manos que recuerdan cosas que yo no. Y aprieto los puños. Pero, sé que mañana habré olvidado. Ellos se sientan y me miran, hacen un intento para sonreír despreocupadamente. Me conmueve. Sé que esto es temporal, ya que lo he oído del médico, aunque no sé si lo diría porque sabía que escuchaba. Pero tengo miedo, el mundo es tenebroso fuera de la ventana. Me tapo con las sábanas puras, o por lo menos más de lo que recuerdo. No consigo hablar bien, se me traban las palabras y no sé qué quiero decir exactamente. No me gusta estar enfermo, pero tampoco quiero salir al exterior. Ya se están volviendo a llevar fuera a mis visitantes, ésta vez el médico no sabe que le escucho, pero le da igual porque revela que es posible que no me cure. Después de esa cruel confesión, uno de mis visitantes, la más mayor, se derrumba sobre el suelo y empieza a llorar. Yo no lo entiendo, pero sé que lo acabaré olvidando, lo único que puedo hacer en este momento es experimentar una sensación híbrida, entre desilusión, dolor y protección psicológica. Miro por el pequeño agujero que traspasa la pared y veo unas mariposas volar, ajetreadas, inocentes. Y justo ahora, pienso "quizás estar fuera no sea tan malo", y creo que es porque sé que nunca más podré estar fuera de este hospital. Es curioso, he tenido que saber la verdad para despegar ésta "resina" que mantenía mis ojos cerrados y me impedía ver lo que es realmente la vida.

Canciones

Entre el suelo y el cielo se encuentra él, solo. Solamente escucha música mientras la gente pasa y la vida con cada canción se desgasta. Sin embargo, él así se conforma. No le gusta la compañía, odia a las personas, le gusta refugiarse en el mundo de la melodía. Su mente recorre parajes mientras su boca tararea, tímida, el ritmo. La gente ni siquiera le mira y él así es feliz. Pero en el fondo de su conciencia está triste; triste porque está solo, sin nadie a su alrededor. Y la música no puede ser tu única compañía, porque aunque sea eterna, no produce el mismo sentimiento que tener a un individuo a tu lado que te ama. Aún así, él finge no darse cuenta y pasa a la siguiente canción mientras una sonrisilla de suficiencia se asoma en su rostro.

Caída

Era un día como otro cualquiera, su existencia tan sólo se debía al caprichoso deseo de sus padres, o al menos eso creía ella. Su mirada estaba vacía, igual que sus propósitos en la vida. Su corazón sólo estaba allí porque así lo quiso el mundo. Todos los días, se sentaba en su pupitre y miraba por la ventana. Nunca lloraba, nunca sonreía. No hacía nada. Sólo estaba allí, como un mueble, quieta, inexpresiva, ella no estaba realmente presente. Su mano siempre estaba sobre la mesa, y sobre ésta, su mejilla. Tenía un vacío interior que no se llenaba con nada. La gente la ignoraba, y ella se ignoraba a si misma. Sus piernas no se querían mover ya que ella prefería quedarse sola, sin nadie a su alrededor. Su nombre era Mei. Un día, una chica se acercó a Mei que siempre estaba sentada en su viejo pupitre de madera, observando las nubes, de forma pensativa, y comenzó a hablarla. Mei al principio no respondía, pero la atrevida joven no se rendía; seguía luchando por oír una palabra de la boca de la sombría dama. Una afortunada mañana, la muchacha huraña respondió a una de sus frases. Aunque sólo hubiese formulado un "sí" de forma tímida y ruda, ella sintió que por fin sus esfuerzos daban resultado. Poco a poco, Mei siempre tan callada e inexpresiva empezó a hablar y a mostrar expresiones con aquella mujercita alegre.
Sin embargo, una jornada la chica insociable volvió a ser lo que era, se volvió a refugiar del mundo y su amiga no volvió a acercarse a ella. Unas pocas semanas después, se encontró un vídeo en el que Mei se grababa a si misma diciendo estas palabras: "-Desde que mi vida comenzó me he sentido inútil. Una carga, un trozo de escoria. Sólo un lastre para todos. La única forma de escapar del mundo era refugiarme en mi misma y yo así era feliz. Hasta que "ella", quien era mi amiga apareció. Solamente me seguía, como un perro. Yo...yo sólo no quería hacerla sufrir. Aunque la que en realidad me lo hizo pasar mal fue ella. Un día, simplemente apareció ante mí y me gritó, me dijo que era un estúpida y que no debía existir. Que me había utilizado. Que sólo era un pasatiempo. Poco después de que me dijese todo eso, volví a ser la misma, no quise saber nada. Pero no pude evitarlo. Poco después notas amenzantes empezaron a llegar a mi taquilla. Me insultaban. Pero jamás lloré, jamás lo hice, porque he aprendido que si lloro, daño a los demás. Y yo no quiero dañar a nadie. Hace poco, tuve que comprarme un uniforme nuevo, ya que el de repuesto lo habían roto y pintado. Ahora no puedo ir al instituto sin miedo, ya que, aunque no lo muestre. Soy una persona. Soy un ser humano. No me gusta que me griten, pero me gusta que me ignoren. Esto sólo es una prueba más de que soy innecesaria. Tan sólo quiero morir. Pero antes de hacerlo, quería llevar a esa mujer y a sus compañeras ante la verdad." Unos días más tarde de su cambio de comportamiento, desapareció. Poco después se encontró su cadáver en el suelo de un edificio, con restos de lágrimas, y una nota dentro del bolsillo de su carta, que decía así: "-Lo siento. Al final he llorado, aunque me propuse no hacerlo. He gritado, he tenido un ataque de lágrimas, y justo antes de precipitarme del edificio, pensé en escribir ésta carta. Papá, mamá, siento haber sido tan cobarde pero ahora estoy bien, ya no sufro. Os quiero mucho y siempre lo haré."

Pequeño romance entre dos simples románticos: 1ª parte

Todo comenzó un día en el que caminaba tranquilamente por las callejuelas de un barrio en un pequeño pueblo en plena montaña. Era invierno ya que el viento frío revolvía tu pelo y te provocaba escalofríos a lo largo de tu espina dorsal. Aún estaban los restos de la nevada anterior, que cubrían los banquitos y las macetas situadas en los balcones de hierro. Mis pies dejaban huellas en la espesa blancura que cubría el suelo y yo me carcajeaba por dentro como una niña. El callejón era oscuro y oía las voces de los niños que jugaban en la plazuela que allí estaba. Mientras atravesaba la plaza para llegar a un atajo que conducía a mi casa, en unos escalones había un chico no mucho más mayor que yo, que dormía plácidamente como un chiquillo, con un flequillo color miel que le caía juguetón sobre la nariz. Mientras le observaba, cautivada, el chaval abrió sus enormes ojos y alargó sus brazos hacía mí. En ese momento, me impulsó hacia delante y caí en sus brazos, fascinada mientras un tenue rubor cubría mis mejillas. El chico conmigo entre sus brazos, cerró los ojos y volvió a dormir como si nada hubiese ocurrido.
Mientras el descansaba, yo seguía pasmada y mi mente barajaba las posibilidades. Tras unos minutos inmóvil, el muchacho se sonrojó al abrir los ojos y verme a su lado, me separó y formuló una disculpa acelerada. Dijo que era sonámbulo y que perdía por completo el hilo de lo que obraba cuando dormía. Yo sonreí, y aunque intenté contener la risa, me empecé a reír frente a él. En ese momento, el chaval empezó a reír conmigo y ambos nos desternillamos de forma bastante vergonzosa. Después de acabar me di cuenta de lo que había hecho y quise pedir disculpas enseguida, pero cuando mi mirada se levantó hacia sus ojos el estaba ya disculpándose otra vez. Nos volvimos a reír de nuevo, esta vez sin remordimientos, libres, alegres, jóvenes. Sus mejillas se ponían rojas a una velocidad vertiginosa y me cautivó. Acto seguido, se presentó, me anunció que su nombre era Syo y que tenía dieciséis años, mientras que yo tenía catorce para quince. Y volvió a sonreír. Desde el primer momento tuve clara una cosa: su sonrisa era especial para mí, diferente a todas las que había visto jamás.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cansancio y reacios a cambiar

Las multitudes te rodean de forma insistente y te aplastan. Notas su cansancio, su aura de hartazgo por la familia, el trabajo, por la vida incluso. Sin embargo, no pueden hacer nada para remediarlo todo, porque no quieren. Prefieren vivir su monótona vida día tras día, ansiando el cambio en su cabeza pero sin ser capaces de sacarlo por el camino de la confesión, que es la boca. Su mirada es gris y divagante, sus ojos dibujados por una marca violácea causada por el estrés y el sueño acumulado. Sus brazos que cuelgan como si estuviesen muertos, a ambos lados del costado. Sus manos sostienen maletines y otras manos agarran las propias. Sus pies se arrastran por el suelo de forma fatigada mientras resuenan los altavoces del metro. Las personas entran de golpe al vehículo a punto de avanzar y se aprietan uno contra otro de forma inconsciente. Seguramente alguno ha pensado en saltar a las vías. Y, entre todo el gentío estás tú, luchando por respirar. La muchedumbre sombría sigue con sus ojos inanimados, sus manos exánimes y sus debates interiores. Oyes los altavoces luchando por ver quién genera más estrépito. Posteriormente se abren las puertas y por fin puedes volver a inhalar aire fresco, puedes huir de esa infinita muestra de humanos que han decaído y no desean volver a sonreír. Te prometes que jamás caerás en ese tétrico comportamiento, aunque sabes que como toda flor, te acabarás marchitando.

Auxilio: 1ª parte.

Sólo podía pensar en una cosa: corre. No sabía qué ocurría exactamente, pero yo sólo oía gritos en mi cabeza. Ellos me obligaban a apresurarme y yo solamente me apresuraba. Solamente me sentía confusa. Sentía un nudo en la boca del estómago que me producía reflejos de vomitar y tenía flato. Pero sólo corría, no hacía nada más. Mis ojos fijaban la vista de un lado a otro frenéticamente mientras mi garganta producía unos gruñidos extraños, mientras intentaba contener el vómito. Todo estaba desierto y estaba sólo iluminado por la luz de una farola que daba una luz tenue y enfermiza. Mis brazos se movían a la par que mis piernas y mis piernas no podían aguantar. Pero una fuerza extraña me obligaba a no detenerme. Era una especie de protección sobrenatural que me daba fuerzas. Mi pelo se balanceaba violentamente y jadeaba en busca de un hálito de aire fresco. A veces miraba hacia atrás pero no veía absolutamente nada. Estaba agobiada. Mi boca estaba seca y no tenía fuerzas para gritar. Mis pupilas estaban dilatadas y no veía bien, por eso mismo me choqué con él y caí al suelo torpemente. Él se me quedó mirando, mientras escrutaba mi aspecto derrotado y acto seguido, se agachó y me tendió una mano dulcemente. Era alto y con el pelo oscuro, sus ojos eran claros y tenían una marca de preocupación que de alguna forma, me hacía sentir bien. Me sentía humillada y alarmada, pero ése chico sólo me preguntó en un susurro por mi estado físico. Yo, simplemente, me eché a sollozar desconsoladamente. Él me cargó sobre sus brazos y me tapó con su chaqueta, yo me agarré fuertemente a su brazo mientras intentaba no llorar. Acto seguido, empezó a andar y nos fundimos en la noche.

Júbilo.

Si hay algo de lo que jamás vas a poder arrepentirte, es de alegrarte. Y si te arrepientes, no acabarás de hacerlo del todo. La alegría es un milagro en días como estos, en los que notas que ni siquiera podrás desarrollar nada, pero ella no necesita tiempo para hacerlo, ya que siempre en el fondo de ti está presente. Es como una botella con un mensaje en el océano. Sabes que siempre habrá alguna, pero no sabes cuándo saldrá a flote. Todas las personas serán felices mínimo una vez, ya que es un regalo al igual que lo es poder entristecer. Sabes que eres libre cuando dejas de preocuparte por cuándo y dónde sonreirás, ya que la preocupación sólo produce peso. La felicidad no es más que optimismo.

Sora

Una de las cosas más hermosas es poder sentarse a mirar al cielo. El sentir cómo la brisa desata tu pelo y el hilo de tus pensamientos. El volver al pasado observando las nubes. El sentir la hierba vibrar, como si bailase. Recordar dentro de lo posible otros días similares. La forma de las nubes es tan curiosa... hay de todo tipo, pero siempre te gustará más la de la forma de corazón, creo en lo más profundo de mi alma que la naturaleza desvela tus deseos más ocultos. Lo bello que debe ser recordar junto a alguien mientras observas el pasar del añil más claro que puedas imaginar. Tu imaginación se desenreda y sale a danzar entre las flores, que se mueven silenciosas sobre la superficie de la alfombra esmeralda, suave y cómoda. Tus sentidos gritan, y en la tranquilidad de la tarde los escuchas claramente. Y accedes a sus peticiones. En ese instante te das cuenta de que tu corazón no late. Y justo en ese momento, acabas de ver que no respiras. Así es, estás muerto. Y el lugar de descanso eterno no es otro que un campo elíseo en el que tus oídos no pitan y tu cabeza no sufre. Pero aún así no puedes evitar pensar en que tu corazón no volverá a moverse al ritmo de tu respiración. Aunque eso jamás puede saberse. De momento, sólo te preocupas por la tarde que se acaba y tiñe las nubes antes blancas, de un naranja y rosa delicado, que se envuelve alrededor de tus facciones, ahora de marfil. Y sólo puedes formular una frase "Soy feliz".

Resiste

Tu vida es importante, quizá no para ti, quizá para otras personas tampoco. Pero siempre habrá alguien quien no podrá vivir sin ti. Eso es hermoso, maravilloso. Eres necesario. No eres una basura, eres una persona. Eres tú. Eres una minucia en comparación con el Universo, pero aún así eres grande. Sólo tienes que sonreír, pero no tienes por qué evitar llorar. No te reprimas, grita, salta, enfádate, enamórate. Haz lo que te gusta y nada más, de forma que en un futuro algún ser te recuerde como alguien principal, y haga que te conozcan. No tengas miedo a perder, ten miedo a ganar siempre. Pues eso no es humano, las personas se equivocan. No te derrumbes, pues si tú lo haces otro semejante también lo hará. No hagas que te odien, no odies a nadie por ser odiado. No seas falso. Si estás mal llora o grita, pero no hagas nada imprudente. Porque eres valioso. No hay nadie como tú. Solamente se un individuo imperfecto, pero de alguna forma perfecto para quienes te toman cariño. Sé tú mismo y nadie más, porque ya está dicho, eres querido y no debes dudarlo jamás. Si tú tienes un mal día, sólo lee este fragmento y recapacita. Siempre va a estar alguien a tu lado, preocupándose por ti. Siempre.

Dan las doce en el reloj del castillo

Cuando te cansas de esperar lo único que queda es el tiempo. No queda nada más. Pues solamente quisiste aguantar en tu sitio debido a que esperabas algo. Y, aunque supieras que ese "algo" no iba a llegar, tenías esperanzas. Porque como seres racionales que somos creemos en las casualidades, pero las solemos confundir con el destino, aún cuando ese es un pensamiento subjetivo. Sabemos desde el principio que no va a pasar. Aún así, Cenicienta esperó hasta que su hada madrina llegó. ¿Cómo crees que se pudo sentir Cenicienta? Presa en una cárcel de cristal, sola en el mundo. Pero sin embargo, tenía la esperanza puesta en el mañana. Quizás digas que es un personaje ficticio, sí, lo es, pero sus preocupaciones son tan reales como las tuyas, o las mías. Ese "algo" está presente en ambas narraciones. Ella aún cree en ese fantasma que la sigue camuflado de soledad. La cuestión no es si tenemos o no tenemos ese fantasma, la cuestión es si decidimos huir de él o enfrentarlo. Aunque el mundo es objetivo, nuestra mente puede no serlo y hacer que salgan maravillas de esa boquita que tienes, de esa boquita que todos tienen, y esa forma de expresarte es nuestro "fantasma". Cenicienta huyó después de esperar a que el príncipe bailara con ella, porque no tenía otra opción. ¿Por qué huyes tú cuando aún tienes tiempo? Es estúpido. E insensible. Es despreciar la esperanza que tu corazón albergaba. Y luego lloras y te arrepientes. ¿Acaso eres imbécil? Vuelve atrás, al lugar donde todo empezó y grita a los cuatro vientos que no te rendirás, que no eres un muñeco de trapo, y que tu "fantasma" ya se ha mostrado. Grita con todas tus fuerzas, patalea, pero no te rindas. Porque, si no te cansas de aguardar por ese "algo" escondido, ve tú a buscarlo.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Embuste

Podemos decir que la vida es una broma. Una trola. Un simple juego que está al alcance de todos. Pero aún sabemos que no es así, y preferimos desperdiciarla haciendo tonterías y quejándonos de cosas que otras personas no tienen. Hacer una montaña de un grano de arena, aún cuando ese grano de arena es inexistente. Aún tenemos el valor para decir "Y qué más da", cuando nunca deberíamos decir algo tan estúpido. Hay personas que darían lo que fuese por estar en tu situación. Pero no pueden. Deja de tentar a la suerte de forma tan irresponsable, ya que probablemente llegará un día en que digas "Lo daría todo".