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miércoles, 3 de julio de 2013

La pérdida de los poderes y la fuente orgullosa que arrebata la inocencia.

Un gran error que solemos cometer es juzgar, aún sin saber hacerlo. El creernos omnipotentes es una caída en el orgullo inquebrantable. Intentamos salvarnos, agarrando a ciegas, aquello que está a nuestro alcance, pero aún así, cometemos el fallo de agarrarnos a lo que está más lejos y, claro, ese soporte se corta. Después de que se parta nuestra mano salvadora, caemos, aún sin resignarnos. Y en ese instante, dejamos de ser omnipotentes para siempre y somos juzgados igual que juzgamos, antes de perder la inocencia y caer en el olvido. Dejamos de ser orgullosos para ser sólo un recuerdo.

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